Noche de cabaret: nuestras opciones
El Moulin Rouge
Es, posiblemente, el cabaret más famoso del mundo; su fachada es uno de los lugares más fotografiados de París. En la Belle Epoque fue inmortalizado en numerosas ocasiones por Toulouse Lautrec. En aquel entonces sus artistas Jane Avril o la Goulue (la famosa “reina del cancán”) eran las diosas de la noche. Años más tarde serían Edit Piaf e Yves Montand las estrellas. Actualmente este cabaret es visitado mayoritariamente por turistas.
El interior es totalmente sorprendente con sus telas de rayas y sus frescos en las paredes que transportan a otras épocas de gloria.
Crazy Horse
Es el más glamouroso y vanguardista de los cabarets de París, la “alta costura” del espectáculo. Fue fundado en 1951 por Alain Bernardin. Un lugar de inspiración americana que conjuga a la perfección el erotismo y la sofisticación. Situado en una de las avenidas más elegantes de París: la avenida Georges V
Aquí los detalles se cuidan al máximo; en el escenario diez bailarinas guapísimas, con cuerpos de infarto y conocimientos de ballet clásico, se insinúan bajo los juegos de luces. Para conseguir ser una “crazy girl” reciben una formación intensiva y se someten a una disciplina espartana. Todo su vestuario es hecho a medida incluso los zapatos, en ocasiones por zapateros tan célebres como Louboutin.
Dalí fue un cliente asiduo, creó el sofá con forma de labios que todavía utilizan en sus números. Este cabaret sigue manteniendo un buen porcentaje de público parisino lo que prueba su buena trayectoria.
Lido
Situado en los Campos Elíseos es otro de los míticos de París. Se podría decir que el Lido es más un “music-hall” que un cabaret. Su local es impresionante con un escenario inmenso. Sus bailarinas (las bluebells) perfectas, la escenografía alucinante (piscina, pista de patinaje…). Un espectáculo perfecto, a pesar de tener poco sabor a cabaret.
Le Paradis Latin
Inaugurado por Napoleón, destruido por un incendio durante la guerra franco-prusiana y posteriormente reconstruido por Gustavo Eiffel. Lo hizo al mismo tiempo que construía la Torre Eiffel para la exposición universal de 1889. Esta bella sala, fue frecuentada por Balzac, Alexandre Dumas o Merimé. Hoy en día, sigue ofreciendo su número de cancán al ritmo de Offenbach.
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