El rostro de la Locura, la nueva exposición del Louvre, una de las sorpresas de la rentrée.

Después de brillar en los Juegos Olímpicos, el otoño se presenta vibrante, con un estallido de arte y cultura que promete enriquecer cada rincón de la ciudad.

El concierto en el huevo Hyeronimus Bosch

La exposición explora la figura del loco, una representación central en la cultura visual de la Edad Media, que rara vez ha sido estudiada desde la perspectiva de la historia del arte. Entre los siglos XIII y XVI, la locura fue una fuente de inspiración para los artistas, tanto en la literatura como en las artes visuales. Reuniendo más de 300 obras, la exposición propone un recorrido cronológico y temático para comprender la evolución de esta figura compleja.

La evolución de la figura del loco

Aunque el arte medieval se percibe a menudo como esencialmente religioso, fue durante este período cuando la figura subversiva del loco se desarrolló, influyendo en la vida social urbana. Para los hombres de la Edad Media, la locura era, ante todo, un desconocimiento de Dios, definido por las Escrituras, en particular el salmo 52. Sin embargo, la noción de locura también se extendía al amor excesivo, influyendo en los relatos caballerescos y sus representaciones artísticas. Progresivamente, el loco se convierte en una figura crítica de los valores cortesanos, denunciando el amor humano desde una perspectiva lasciva u obscena.

En el siglo XIV, la figura del loco se politiza, encarnando la antítesis de la sabiduría real en las cortes. Adquiere atributos distintivos como la marotte y los cascabeles. El siglo XV marca la expansión de esta figura, ligada a las fiestas carnavalescas y al folclore, donde el loco se convierte en un vehículo de crítica social y juega un papel en los debates religiosos de la Reforma.

En la época moderna, la figura del loco se desvanece progresivamente, reemplazada por el bufón o el enano. Sin embargo, desde el siglo de las Luces, la locura reaparece bajo otras formas, más trágicas, influenciadas por las revoluciones políticas y artísticas. La exposición concluye con una reflexión sobre la percepción de la locura en el siglo XIX, teñida por los acontecimientos de la época.